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16 de diciembre de 2016

Cuando por poco se desata en Holguín una guerra entre los padres y sus hijos y viceversa



Esta historia ocurrió cuando todavía el Reparto El Llano, de Holguín, no estaba urbanizado, y aunque hoy cuesta creer que alguna vez no hubo casas allí, no las hubo como se muestra en el siguiente grabado antiguo:
 
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Durante las fiestas para celebrar a San Juan, a San Pedro, a Santiago y a Santa Ana, en Holguín la gente se divertía paseando a caballo. Aún hoy se recuerdan los paseos de 1819, porque casi se desata una guerra de los padres contra los hijos. Ya les vamos a contar.
Todo comenzó desde antes de esa fecha cuando se hizo costumbre en el pueblo que los bandos contrarios comenzaran sus rivalidades: luchaban cada grupo por ser los que presentaban a los mejores caballos, los de más resistencia, rapidez, riqueza en arneses, destreza de los jinetes o belleza de las amazonas. Y en 1819 lo que debía ser una competencia sana terminó en una riña tumultuaria con más de un herido.
Según dice un Acta del Cabildo, lo anterior fue causa para que el Teniente Gobernador don Francisco de Zayas restringiera el espectáculo, porque, según criterio de esta autoridad, aquel había dejado de ser culto y honesto. (Restringir era como en la época se decía que se PROHIBIAN los paseos a caballo).
En tiempos en que no había medios de comunicación masiva así como le cuenta La Aldea, era como se procedía: El 17 de junio de 1820 redactó don Francisco de Zayas un bando en el que decía que quedaban restringidas las carreras de caballo porque los perdedores se vestían de mamarrachos con disfraces, tiznes y caretas, similar a un carnaval, y así, sin que los pudieran reconocer, atacaban a los ganadores...
Salieron los lectores por todas las esquinas y leyeron el bando. Media hora después los jóvenes entregaron al Alcalde Ordinario una instancia suscrita por 120 de los más ricos herederos de Holguín, pidiendo que se restablecieran los paseos a caballo. Pero sus padres, que estaban de acuerdo con la prohibición, entregaron una instancia al Cabildo solicitando se mantuviera el justo y sensato acuerdo.
El 22 de junio de ese año se reunió el Cabildo... y no menos de 500 personas asistieron a la sesión... Demoraron los gobernantes en otros asuntos, y todo estuvo en calma, más cuando se anunció que correspondía debatir la conveniencia o no de suspender los paseos de caballo la expectación fue general. Habló el Teniente Gobernador dando todas las razones que tenía para sostener la prohibición que “traía desgracias”, pero los jóvenes comenzaron a gritar: “Queremos celebrar con intenso regocijo los paseos a caballo”.
Lo repensó don Francisco y finalmente se dio a conocer el Acuerdo, que dice: “Quedan autorizados de nuevo los paseos a caballo, a individuos de ambos sexos, en las vísperas y días de San Juan, San Pedro, Santiago y Santa Ana, desde el amanecer y hasta ponerse el sol, prohibiéndose absolutamente los tiznados y rostros cubiertos con caretas, las andaduras violentas, las diatribas y los insultos” (O sea que la juventud triunfó).
El 24 de junio de 1820, festividad de San Juan, el Teniente Gobernador Zayas, como buen político que era, se agregó a la cabalgata, montando un brioso potro color azabache, de fina andadura y crines de seda. El orden no fue alterado, y así siguieron las carreras de caballo hasta que el paso del tiempo, en su rodar constante, modificó la costumbre.

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