(Angélica Serrú, profesora y fundadora del Ballet en Holguín)
El día que Raúl recibió el Hacha de Holguín, también le entregaron ese, el más alto símbolo de la provincia, a Angélica Serrú. |
Al triunfar la Revolución
Raúl y yo, cada uno por su lado, ya habíamos desarrollado un
trabajo cultural en Holguín.
Cuando se creó el organismo de Cultura, el doctor Silvio
Grave de Peralta, que fue el primero en atender ese frente, enseguida nos
localizó a través de Emilia Almaguer, que junto a él fue fundadora del
organismo. Gracias a Silvio se pudo crear el Teatro Lírico y la Escuela de Ballet de
Holguín.
Aunque Raúl y yo siempre nos quisimos mucho, era aquella
una época en que teníamos unos choques tremendos, pero prevalecía, sobre todo,
un gran espíritu de colaboración. Me acuerdo de un espectáculo en que con unos
tablones habíamos improvisado un tabloncillo para que las niñas de la Escuela bailaran, pero
aquello se movía y entonces Raúl y Martín Arranz sujetaban, cada uno, por un
lado y la función se dio.
Otro día entro yo al Lírico y estaban ensayando sin
pianista y cuando Raúl me ve me da una partitura y me dice: “Corre Angélica,
ponte a tocar ahí”. Así vivíamos, pasando mil sacrificios, pero en realidad
éramos felicies.
Cuando Raúl y Náyade se casaron yo dirigía el coro de los
maestros, que era donde cantaba Náyade, y él me dijo que como regalo de bodas
quería que le interpretáramos el “Querubín”, de Chaikovsky; nosotros no lo
pensamos mucho y cantamos en la iglesia de San José, donde fue la boda. Fue
algo bellísimo, pero mi regalo de bodas a Raúl y Náyade por poco me cuesta
caro: los compañeros de la dirección del sindicato, que entonces lo dirigía
Julio Reyes y del que era su organizador Ramón Ramón, prácticamente me hicieron
un juicio porque ellos no entendían nuestra presencia en la iglesia. Luego Raúl
me confesó que él no oyó ni una sola palabra de la ceremonia, concentrado como
estaba en aquella música que, en el contexto en el que lo cantamos, era algo
impresionante.
La vida me concedió el placer de recibir junto a Raúl
numerosos reconocimientos. El más preciado para él, y para mí también, fue el
Hacha de Holguín. El fue el primero que me felicitó en aquella noche de alegría
y tristeza durante la que yo lloré muchísimo, también me felicitaron Náyade y
su hija Nadia.
Hoy quiero recordar cosas alegres y siempre termina una
entristeciéndose. Pero voy a contar algo muy simpático: Un día me dice: “Cambio
este cassette del Metropolitan por una ensalada de pollo”, porque a él le
encantaba como yo cocinaba y sobre todo mi ensaladas de pollo. Y efectivamente,
pasamos un día maravilloso en mi casa, conversando en familia y mirando aquel
video fabuloso del concierto por el centenario del Metropolitan Opera House. En
momentos cuando conversábamos y salían a relucir los viejos tiempos, Raúl
siempre me decía: “Angélica, vivimos la época del romanticismo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario