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6 de octubre de 2014

Desmesura gigantesca. Colón y Gibara.

Por: Enrique Doimeadios Cuenca

Desmesura gigantesca (y sin anestesia para que el dolor fuera insoportable) debió ser para los aruacos residentes en la costa la llegada del Gran Almirante, con sus vestimentas de metal y las naos soberbias delante de las piraguas. Merecía el momento una música de trompetas, pero los “indios” nada más hubieran podido sonar los caracoles de voz tan bronca, si no es que se quedaron sin palabras.

Luego de arribar por la bahía de Bariay, Colón bordeó las costas hasta llegar a Gibara, lugar que es más hermoso en la nostalgia de los vecinos que en la realidad, y al que el Almirante llamó Puerto de Mares, estrenando la exageración con que quiso engañar a las católicas majestades de España, que cejijuntas debieron leer que era el puerto descubierto “de los mejores del mundo” sus tan buenos “aires  y  mas  mansa gente”, y muy sobre todo “porque tiene un cabo de  peña  altillo” donde, si alguien daba el dinero tan escaso siempre, “se puede hacer una fortaleza”[1].

“Gibara tiene algo de místico: en el ambiente de su vida moderna, en la tristeza de su descenso comercial[2], en el silencio de sus calles, flota un espíritu de dolor cristiano, dolor de ruinas jerosolimitanas; dolor que cantan con sordina, al morir en los peñascos de la costa y en las arenas de la playa, unas olas muy tímidas que llegan perezosamente, a deponer la fuerza de su origen ignoto ante las incontrastables barreras de la tierra”[3].

Entonces ordenó el Almirante a dos de sus hombres, que sabían varias lenguas, Rodrigo de Jerez y Luis de Torres, que se adentraran en tierra firme con un mensaje para el Gran Khan, creyendo que había llegado a las Indias. Después de cinco siglos, nadie sabe a ciencias ciertas dónde fue que llegaron los embajadores y si entregaron o no el mensaje.

Tan urgidos estaban (estamos) los holguineros de figurar en el mapamundi que dijeron los historiadores que los enviados por Colón vinieron a El Yayal, origen remoto de la ciudad de Holguín, pero no pudo ser que los dos hombres llegaran a un lugar que entonces no existía, pero sí pudo ser a Ochile, ubicado en la cúspide de la loma y que, según la arqueología, fue el asentamiento aborigen originario del que tomó García Holguín o quien fuere los aborígenes que luego trasladó a la base de la misma elevación, originándose con la mudanza, el sitio de transculturación o encomienda. Lo que no queda claro son las distancias de las que el propio Colón habla, doce leguas al sur del Puerto de Mares, veinticuatro de ida y vuelta por en medio de una selva tupidísima. Es por eso que el almirante demoró tanto en Gibara, esperando a sus enviados, aunque el  historiador Francisco Pérez Guzmán sugiere la posibilidad de que fue allí donde el Almirante sostuvo su primera relación sexual con una aborigen, y no es de dudar, pero por más solaz esparcimiento que se diera el Almirante, que para eso lo era, no demoraría una semana entera, y fue ese él tiempo que demoró en Gibara la expedición, diz que porque carenaron las naves allí, donde había tan buenas maderas, lo que tampoco hay que dudar, pero estaba el Almirante esperando a sus embajadores que debieron demorar, hayan ido adonde sea que fueron.

Miguel Ángel Esquivel Pérez y Cosme Casals en el libro que escribieron[4] dicen que dijo a ellos en comunicación personal el arqueólogo Dr. José Manuel Guarch, que el lugar visitado por los embajadores colombinos debió ser el cerro de Yaguajay, donde existió una gran concentración de asentamientos aborígenes. Si eso es cierto quedan muchas interrogantes por responder, ¿Yaguajay está al sur de Gibara?: no, y ¿por qué los embajadores no emplearon para ir y volver embarcaciones aborígenes como lo hicieron con posterioridad Pánfilo Nárvaez y sus subordinados para trasladarse desde el norte de Las Villas hasta Puerto Carenas?. Jérez y Torres se intrincaron “tierra adentro”, dijeron, y, no dijeron nunca que hayan visto el mar desde el lugar que visitaron, y se sabe que desde cualquier punto del cerro de Yaguajay se ve o se percibe. De lo que hablaron, alborozados, fue que “iban siempre los hombres con un tizón en las manos (cuaba) y ciertas hierbas para tomar sus sahumerios, que son unas hierbas secas (cojiba) metidas en una cierta hoja seca también a manera de mosquete, y encendido por una parte del por la otra chupan o sorben, y reciben con el resuello para adentro aquel humo, con el cual se adormecen las carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio. Estos mosquetes llaman ellos tabacos”[5].



[1] Pichardo, Hortensia. Capitulaciones de Santa Fe.  Relación  del     primer viaje de Colón. Compilación. p. 28 
[2] Para comprender la ruina de Gibara se puede consultar: Vega Suñol, José. Norteamericanos en Cuba. Estudio Etnohistórico. Fundación Fernando Ortiz. La Habana 2004 
[3] Eva Canel. Lo que vi en Cuba (A través de la isla). Habana Imprenta y papelería La Universal 1916  pp.  279-280 
[4] Esquivel Pérez, Miguel Ángel y Cosme Casal Corella. Derrotero de Cristóbal Colón por la costa de Holguín, 1492, Ediciones Holguín, 2005. 
[5] Anotación hecha por Colón en su Diario, el día 6 de noviembre de 1492.

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