En el umbral de los ochenta años de un vivir agitado, fabricándome una existencia con aleación de poesía, inicio el traslado de estas estampas a un lugar firme: este libro.
No aspiro a que esta recopilación de recuerdos parezca una autobiografía (...) Han confundido mi intención sobre el título. Hay quien ha pensado en el asiento de una guagua ¿por qué no se remontan más allá de esto?
En esta libreta hay fragmentos de mi vida que serán trasladados a un libro. Cuando los releo me convenzo más de que mi vida ha sido iluminada por el enfoque de la poesía y la luz.
Soy (...) descendiente de un patriota que abonó este sueño con sangre y de una mambisa que fue madre, compañera, colaboradora de mi padre; formaron unos cimientos de acero a los cuales ha envejecido la lucha.
Nací en la guerra, aunque decían que ya había terminado, quedó en mi casa, grabada con sangre y fuego. Mi padre sufrió por diez años a consecuencia de las graves heridas (atendido por sus compañeros de batalla: Doctores Rodolfo Socarrás y Humberto Manduley).
Y cuando se reponía habiendo dejado en la senda patria cuatro costillas y su sangre irrumpo yo deshaciendo temores. Mi padre era joven y apuesto y a pesar de que mi hermano Rafael había llegado trece años antes que yo, mi presencia fue como un haz de esperanza en su corazón torturado por la lucha. Cuarenta días después de mi llegada dejé de escuchar su voz que se acercaba a mí con esperanza. Él dejaba la vida y me entregaba sus armas. ¡A seguir peleando!.
(...)
Cuando el yugo de un matrimonio prematuro me hostigó, rompí con él, en una época en que una mujer joven, con tres hijos, con mente y cuerpo sanos afrontaba un serio conflicto con la sociedad.
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Se corrió como una epidemia de palabras absurdas y estúpidamente elaboradas por mentes reducidas a lo doméstico y turbio, que yo estaba “loca” por haberle dado vida a la tierra donde vivía el hermoso algarrobo (...) loca por extasiarme con la contemplación de las nubes (...) loca por cargar agua para regar clavelones proletarios o simples yerbas sin nombre, (...) loca porque sentaba a mis hijos todos los atardeceres a despedir el sol tras el cañaveral (...) Eso era la verdadera vida para mí. Y así lo declaré a todos. Les dije (...) que todo merecía respeto, tanto la hierba como el árbol, el pájaro (...) porque todo tenía vida y la vida merecía respeto y culto. Unos contestaron con un silencio seco, sin una frase, otros se mostraron taciturnos, hostiles, sordos y mudos, pero yo me quedé. No escapé cobardemente.
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Siempre nos queda algo de nuestra infancia, muy prendido a nuestras convicciones, es algo que se aferra a nuestro sentir (...) Es algo nuestro, exclusivo, privado, que espolea nuestra sensibilidad y en ocasiones afluyen lágrimas furtivas al evocarlo.
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hoy, con mis 83 años, sigo pensando igual. ¿Quién inventaría eso de brindar cestos, ramos, búcaros de rosas ante un acontecimiento? (...) ¡También las flores tienen sus derechos! Y no le encuentro ningún sentido a troncharlas hoy, en lozanía, y ver su cadáver al atardecer, mustias, corrugadas, marchitas. En un desolado llanto que no trasciende.
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Sé que viví todo esto y que esto se forjó en mi mente y que a lo que viví, a lo que sufrí, a lo que disfruté, a lo artero y lo sumiso, a lo que no pude alcanzar y lo soñé como una realidad, debo mi Poesía, que es el caudal más preciado del ser humano. No tengo guardaespaldas para que protejan mi riqueza. Tengo el cielo y el mar como escoltas. Y voy sola, sola, sin miedo y sola, por anchuroso sendero de la vida.
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Por favor, antes que el barquero me haga la señal de que espera por mí, brinda un asiento a una vieja cansada de andar, del mirar, del sufrir.
Por favor, un asiento para una vieja...
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Yo quiero la paz universal. La imploro. Pido la paz. Por favor, un asiento para una vieja...
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Holguín
Este pueblo de la región oriental en la parte norte de Cuba, llamado Holguín, protegido por una ronda de montañas, casi todo el año reverdecidas, con sus llantos y valles llenos de exuberante belleza, con sus iglesias, cuyas altas torres dan un toque magistral.
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Del río Marañón queda un hilillo como el palpitar de un moribundo. Ya se pierde como un fino brochazo de agua brillante sobre las piedras pulidas, agotadas de su amor de siglos.
Recuerdo qué bello era y qué caudaloso corría, arrastrando matorrales, cuando crecía era imponente. ¡Qué espectáculo!.
Yo pienso que mientras quede ese hilillo de agua es que vive aún y que guarda en su débil murmullo el sueño poderoso de volver a ser lo que era.
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El parto de un rosal
Hay muchas cosas bellas que fascinan nuestra imaginación. ¿Te has detenido ante un botón de rosa en el amanecer?
Yo sí. He presenciado ese parto maravilloso y me he detenido frente al rosal, callada y devota. Fija la mirada ante un botón henchido de belleza, iridiscente por el rocío que lo ha besado en la noche.
Primero se advierte un ligero temblor entre sus apretados pétalos. Se aquieta como si estoico reprimiera un dolor, luego otro agudo temblor. Se nota la incipiente sacudida que llega desde su tronco y agita y nace la frágil rama que lo sostiene. Más tarde, un lento desprendimiento...
Y ahí yo, estática, presa de un arrobamiento infantil, absorta, fascinada ante el acontecimiento.
Mientras esto ocurre, el sol irrumpe victorioso. Su calor trasmite fuerzas al rosal y el botón brinda un pétalo transparente...
¡Ha nacido una rosa! (noviembre, 1984)
(...) Me hice amiga de los árboles. Cuando pasaba cerca de ellos los miraba y sonreía como ante la presencia de un ser querido. Me parecían seres vivientes y mi sufrimiento crecía ante el asesinato de uno de ellos. En una ocasión miré a todas partes en la búsqueda de un árbol que agitaba sus ramas cuando yo pasaba. Lo vi destruido, convertido en gruesos leños, una hojarasca seca lo rodeaba. ¡Habían asesinado a un amigo! Un sollozo violento que se tradujo en llanto convulsivo me hizo regresar a casa.
(...)
¡Qué lindo es dar crédito a la fantasía!... Saber de otros mundos sin conocerlos. Sufrir los atropellos de países que son azotados por la avaricia humana y sentir llorar el dolor ajeno, ver podar un árbol y comprender su angustia: Ver cortar la rosa y sentir como si desprendieran una arteria de nuestro corazón...
(...)
¿Creen que mi universo mental está en tinieblas, que no capto mensajes, que estoy distante de los acontecimientos mundiales, que mi cerebro no recibe luz? ¿Por qué? ¿Acaso los años maduros representan un derrumbe?
Yo creo lo contrario, de la madurez brota la resina de la sabiduría. Yo tengo más visión, más compenetración con las cosas vitales que en mis años verdes.
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Con el dinero que cae en mis manos compro estrellas, mariposas, polvo de sol, aromas escondidos, raíces de amor, perfumes que se evaporan, pero me dejan su aroma en el alma...
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Tengo un privilegio, ¡muchos amigos! En todas partes y desde cada punto me dicen cómo es su tierra y el mar que nos separa, pero yo me siento profundamente arraigada a mi tierra...
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Mi servicio a la mesa es de estilo. Uso doyles bonitos, bordados por mí, los paños de cocina brillan de blancura.
...si hay algo que me agrada y oficio con amor es la cocina, ese templo luminoso donde confecciono platos selectos. Soy tan dinámica a esta edad...
no se debe despreciar un minuto en la vida. Todo debe ser acción, trabajo fértil y movilidad...
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Quizás alguien recuerde que en Holguín existió una muchacha que escribió poemas que conmovieron, excitaron o repudiaron gentes de su época.
(..)
Vamos a ser generosos con la vida
(...) Hay cerca de nosotros una guerra feroz contra los árboles. Esos son los hombres. Eso hacen. Cuando no crean una guerra para exterminarse entre sí, se ensañan contra lo inocente, contra aquello que no quiera ripostar el golpe, porque no se han fijado en la fuerza del árbol, en su magnitud. Cuando no da frutos da sombra. Siempre da. Y no existe el árbol ileso, ese árbol al que no infieran un golpe (...) el ulular de sus ramas es música y es también poesía la danza de sus hojas.
(...)
el hombre cuando se lanza de lleno a luchar por algo que ha construido e intuye que esto ha de servir y engrandecer a su patria, no pierde el tiempo en cálculos ni en beneficios a su personas...
así Raúl Ferrer puso en bandeja de oro un cuño para estampar en el corazón de su patria una palabra cuyo contenido está siempre copiado por sus países: ¡Alfabetización!.
Todos por aquellos días en que recibimos a la patria explotada querían poner algo en aquel estropicio que nos fue devuelto para toda la vida, en el año de gloria de 1959, pero Raúl Ferrer ocupó mi atención porque creó lo que yo soñaba y me esforcé en realizar en el año 1929, enseñar a leer y a escribir a tantos (...9 Mi obra fue pequeña, reducida...
Hablar de Raúl Ferrer es hablar de luz (...) algo que para mí simboliza la creación más acertada, como lo fue el Che que se hizo ciudadano del mundo, con raíces en Cuba (...) como lo fue y será nuestro guía, hombre conocedor y justo...
(...)
Los juegos crean raíces. Desde niños tienen que aprender una cosa: la guerra es fea como una rata vieja. Roe. Todo lo roe y consume. Ni en broma quiero verlos jugando a la guerra. La guerra aunque sea un juego es mala y fea. Les traeré libros.
Ellos –obedientes y humildes como eran- asintieron complacidos.
-¡Bueno mamá! Tráenos libros. Ya leímos todos los que tenemos. Ariel me pidió con mucho interés Corazón, de Amicis, libro que fascinó la infancia de mis tres hijos.
(...)
¿Qué es la juventud?
¿Qué es la juventud? Una palabra. Solo eso. Esto lo he escrito en el umbral de mis 85 años, mirando la corteza de mi árbol vital quebrada por el tiempo...
a menudo me acerco a muchachos que me confiesan no gustarles leer, “no quieren perder el tiempo”, ¿qué le falta a la juventud? Creo que fortalecer sus raíces desde su asomo a la vida no le vendría mal.
Recuerdo la infancia de mis hijos, con su ropita humilde y limpia, pero rodeados de libros, de cuadernos, de lápices. Y en ese mundo crecieron y se hicieron intelectuales y transmitieron a sus hijos la misma enseñanza.
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a los adolescentes deben brindárseles libros buenos, profundos (...) hay que seleccionar los libros que se ponen en sus manos, pues hay libros que en lugar de alzar, derrumban al ser humano.
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