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1 de junio de 2010

Francisco de Zayas: el camino inconcluso entre Cuba y España

Por José Abreu Cardet

La Real Sociedad de los Amigos del Pals no fue una mera institución burocrática para que individuos en la élite del poder en el imperio español acumularan aplausos, halagos y condecoraciones.

En torno a esta sociedad se agruparon personas de indiscutible valor intelectual que pretendieron introducir importantes cambios en Iberoamérica. Numerosas investigaciones se han referido al papel meritorio de estas sociedades y sus miembros más relevantes.

Veremos que una de las formas más objetivas de demostrar la afirmación con que iniciamos este muy breve trabajo es no situándonos en las grandes arterias de la cultura, el comercio y la industria de España y sus colonias, sino mas bien recorriendo el pasado de un rincón de la Isla de Cuba durante las primeras décadas del siglo XIX. Entremos en la apasionante vida de un miembro numerario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana. Francisco de Zayas y Armijo, nacido en Santiago de Cuba en 1770, venía al mundo en el preámbulo de una época de revoluciones y guerras.

Francisco escogió una carrera bastante socorrida en tiempos de violencia: la militar. Pero sus sueños y ambiciones de joven se fueron adormilando en la monotonía de la Isla de Cuba, donde nada pasaba, por lo menos en apariencia. A los cuarenta años tan solo era Teniente Agregado al Estado Mayor de la plaza de su natal Santiago de Cuba. Un acontecimiento iría a cambiar por entero su vida: en 1812 fue designado Comandante de las Milicias de Holguín, población situada en el norte de la parte oriental de Cuba.

Este olvidado Teniente del Ejército Español iba a entrar en una región en extremo interesante en la historia de Cuba. En esa época la Isla estaba dividida en dos zonas de desarrollo muy diferente. El occidente del país, Matanzas, La Habana y Pinar del Río, formaban el gran emporio del azúcar y el tabaco con una abundante mano de obra esclava y una clase terrateniente desarraigada que residía casi todo el año en las capitales europeas.

La riqueza agrícola y comercial de la Isla en su mayor parte se acumulaba en esta zona. El centro y el oriente de la Isla era un mundo aparte. Allí la producción azucarera no había alcanzado auge. La esclavitud tenía una importancia secundaria. Aunque había algunas zonas en que la producción azucarera se abría paso empujando por delante a esclavos y capataces. Pero a Holguín no podemos considerarlo como una de esas avanzadillas de la gran producción azucarera. Este territorio vivía sumido en una agricultura con un predominio importante en los cultivos de subsistencia.

Ni siquiera había un puerto habilitado para el comercio. La jurisdicción ocupaba un amplio segmento de las costas del norte de Oriente. Por una de sus bahías, Bariay, había llegado Cristóbal Colón en 1492. Ahora, mientras Francisco de Zayas hacía su entrada en la pequeña ciudad, las bahías holguineras eran visitadas de vez en cuando por los barcos contrabandistas.

Don Francisco se estableció en la comarca e instala una fábrica de carruajes. Como militar participa en la liquidación de un movimiento conspirativo de esclavos que pretendían sublevarse contra esa institución tenebrosa. Vinculado estrechamente a los grupos de terratenientes criollos de la zona y a la población en general, desempeña diversos cargos públicos de importancia tales como: Alcalde Ordinario, Subdelegado de la Real Hacienda, Sentenciador de bienes de Difuntos.

El momento más importante de su vida fue cuando en 1816 lo designan Teniente Gobernador de la Jurisdicción de Holguín. Varios años de residencia en la comarca le habían permitido ver con claridad las flaquezas de la vida económica y social de la región. Ahora tenía en sus manos la posibilidad de influir decididamente en intentar cambiar aquella sociedad tan compleja y contradictoria sin salir de los marcos del Estado español.

Hombre de iniciativa e inteligencia, no se deja ganar por la fácil modorra que domina a muchos funcionarios coloniales. Lo extraordinariamente prolongado de su gobierno que concluyó en 1833 le permite poner en práctica muchas ideas y sobre todo las de fructificar. Por su iniciativa se construye un edificio de dos plantas: en la primera radica la cárcel pública, en la segunda la instalación del gobierno. Hizo construir un corral y sitio dedicado a la matanza de animales de consumo. El asunto desde la fundación de la población era cuestión de discusiones y acuerdos de Cabildo pero que resultaba papel mojado, pues nadie se atrevía a enfrentar el problema y los desperdicios de las reses se pudrían en los alrededores de la población e incluso en las calles. Reconstruyó la iglesia mayor y aceleró los trabajos para edificar un segundo templo en el poblado. Reparó el Hospital y el camposanto. Levantó un plano de la jurisdicción. Rotuló las calles holguineras y obligó a cada vecino a situar en la puerta de su casa un farol, iniciando así el alumbrado público. Procuró eliminar los bohíos (casas de pajas) del centro de la ciudad y organizó la limpieza de sus calles. Gracias a sus gestiones logró la aprobación de un escudo de armas de la ciudad. Facilitó un acuerdo entre el Cabildo holguinero y los poseedores de tierra en el Ejido para, de esta forma, incrementar fondos del Cabildo con los pagos que hacían aquellos individuos. Promovió la siembra de caña de azúcar y café. Gestionó la introducción de esclavos en Holguín en mayor número del que había hasta entonces, para tratar de dar soluciones a la escasez de mano de obra. Reparó caminos y abrió otros al tráfico.

Un hecho que nos demuestra el alto nivel intelectual alcanzado por este hombre fueron sus vínculos con la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana Perdido en este remoto confín del Oriente cubano, Francisco supo pulsar el siglo y valoró la importancia de esa institución en el fomento de la riqueza material y espiritual. Zayas integró esta Sociedad como miembro numerario, el 63. Además creó en Holguín una Delegación de la Sociedad, el 23 de enero de 1830, de la que era Presidente, Pero sus vínculos iban mucho más allá de los aspectos formales: editó en la revista de la Sociedad una compilación de documentos sobre la fundación de Cabildo holguinero y otros aspectos de la historia de la localidad que se considera hoy el primer esfuerzo historiográfico realizado por un vecino de esta región. El hecho de que Francisco publicara en la revista de la Sociedad una compilación de documentos históricos nos dice que la relación entre este hombre de provincia y esa institución eran estrechos. Francisco se siente estimulado por estos intelectuales, que lo mantienen al tanto de los progresos de la técnica y de las últimas ideas que circulan por las fronteras del Imperio. La Sociedad de Amigos del País ha calado profundo en Francisco que se siente responsable de ser un hombre de avanzada y actúa como tal en cada momento.


El gran salto al futuro de Francisco de Zayas fue el puerto de Gibara. El alumbrado público, el matadero, la reparación de iglesias o el camposanto fueron cuestiones pueblerinas al lado de la concepción de abrir un puerto para la jurisdicción. Desde el mundo de hoy, donde la comunicación lo es todo no se puede apreciar la grandeza de la hazaña con toda claridad. Pocas costas cubanas tienen bahías a propósito para la navegación como la del norte de Oriente. El primer europeo que visitó estos lugares, Cristóbal Colón, se asombró y dejó constancia de las muchas entradas de mar. Luego hay un extraño silencio en torno a la habilitación de un puerto. Es que todas estas costas estaban habilitadas permanentemente para el comercio de contrabando. Los holguineros desde el siglo XVIII solicitaron un título para la población, un ayuntamiento y un escudo, pero se guardaba hermético y cómplice silencio cuando miraban las extensas y desamparadas costas de la jurisdicción.

Don Francisco no iba con las amenazas del funcionario perdonavidas a crear un puerto para detener el contrabando. La idea y el cálculo era otro. El era el primero en comprender que el comercio de rescate había tenido su momento, ahora ya era asunto de pacotillas. Las vegas del tabaco que se multiplicaban, los trapiches que alcanzaban dimensiones de ingenios solicitaban un comercio seguro, mesurado, sin sobresalto de otear el horizonte por la amenaza de la llegada de un guardacostas del rey mientras se hacia la transacción con contrabandistas ingleses o franceses.


El nuevo puerto devino en el proyecto de los terratenientes y vegueros criollos. Francisco escogió a Gibara, una bahía situada a poco más de 30 Kilómetros de la ciudad de Holguín. El primer trabajo fue un fortín para la defensa contra los corsarios que las guerras de independencia de América habían lanzado al Caribe. Este era un buen pretexto que con gusto aceptarían las autoridades superiores, interesadas en defender su colonia. En torno al fortín no tardaría en surgir un puerto. Se situó en la bahía de más fácil acceso desde Holguín, aunque fuera menos profunda y de menos condiciones para el atraque de buques. El destino de Gibara sería el de un simple antepuerto en los proyectos originales de los terratenientes criollos, cuyo impulso se personificaba en la decisión y la iniciativa del Teniente Gobernador.

El 8 de julio de 1816, Francisco, que ya es Teniente Gobernador, le remite el proyecto de construir un batería en la bahía de Gibara al Jefe del Departamento Oriental. Este a su vez lo eleva de inmediato al Capitán General, quien el 2 de septiembre de ese año lo aprueba. Apenas llega a oídos de Zayas tan grata noticia se entrega por entero a la nueva obra. No le cuesta mucho convencer al ayuntamiento, también interesado en el proyecto. El propietario de los terrenos donde se levantaría la futura fortaleza convencido o presionado donó sus derechos para la obra militar.

A falta de dinero promueve una colecta. Por fin el 16 de enero de 1817 se inicia la construcción de la fortaleza. Francisco, que sabe que esta haciendo historia para los libros de texto, hace levantar acta de ceremonia previa al inicio de la construcción de la batería con misa, cohetes y banquetes. Los buques anclados en la bahía disparan sus piezas. Esta presencia cotidiana de barcos mercantes en la bahía desembarcando a remos de botes sus mercancías, a la expectativa de la aparición de cualquier barco corsario o pirata, demostraba la necesidad del puerto.


A diferencia de otras obras militares que extendían su construcción por décadas esta batería quedó construida en apenas 1 año y 4 meses. El 2 de junio de 1818 ya estaba concluida la obra. Se le bautizó con el nombre de Fernando VII. Zayas se ocupa de inmediato en gestionar que se establezca allí una guarnición. A falta de cañones hace trasladar e instala algunas pequeñas piezas capturadas a buques corsarios y piratas o rescatadas de embarcaciones hispanas naufragadas.

Muy pronto en torno a la fortificación comenzó a surgir un pequeño poblado. Para mantener el orden interno Francisco promovió la designación de un oficial de la batería para que se encargara de tan espinosa situación. Luego Zayas gestionaron la aprobación de un ayuntamiento para la localidad, suprimido poco después el abolirse la constitución por Fernando VII.

Francisco de Zayas contrajo matrimonio con Maria Josefa Cantero con la que tuvo un hijo. A su muerte contrajo matrimonio con Josefa Cardet y Cruz con la que tenía relaciones maritales y 5 hijos, a los cuales reconoció.

En 1833 Francisco cesa en sus funciones de Teniente Gobernador. El 11 de mayo de 1837 falleció en Holguín. Su cuerpo descansa en el campo santo de la localidad.

La obra de Francisco de Zayas adquiere singular relieve en la historia del Oriente de Cuba. Gibara se convirtió en poco tiempo en uno de los puertos más importantes de Cuba. En torno a él creció una importante zona de cultivos poblada fundamentalmente por canarios y criollos. Cada una de sus obras juzgándolo en su tiempo es un intento de desarrollar esta apartada comarca cubana. Aunque lleva en su seno las contradicciones de la sociedad colonial. Zayas fue un impulsor del incremento de la esclavitud, solicitud común de la burguesía criolla como factor indispensable para el progreso, según lo entendía en esos momentos. Los esclavos que traslado a esta comarca tenían una visión muy diferente sobre él que los terratenientes holguineros. Para los primeros fue un depredador para los segundo un benefactor.

En esencia, con sus contradicciones y grandezas, Zayas simboliza en cierta forma simboliza un intento criollo de buscar soluciones a los problemas de la colonia dentro de los marcos del imperio.


El fracaso y el éxito se resume en Gibara, que devino en puerto internacional del comercio por la iniciativa de Zayas. Pero, los mercaderes hispanos acabaron por desplazar a los criollos y el puerto se convirtió en centro del más acérrimo españolismo.

Parece simbólico que unos de sus nietos, Julio Grave de Peralta, se convirtió en el líder máximo de la primera guerra independentista cubana en la jurisdicción holguinera.

Cuando los insurrectos pusieron sitio a la guarnición española de Holguín en los primeros meses de guerra, Julio no dudó en incendiar las propiedades de su abuela, la viuda de Francisco, cuando se hizo necesario intentar propagar desde esa casa a la ocupada por los españoles el fuego, pues los revolucionarios carecían de artillería y fusiles para capturarla de otra forma. Tal parecía que la obra y la memoria de Francisco se convertía en volutas de humo que desaparecían en el cielo por tanto amó.


En ocasiones la historia guarda sorpresas no siempre palpables a la primera mirada. Después del 98, cuando las grandes compañías estadounidenses comenzaron a penetrar en Cuba, castrando toda posibilidad de desarrollo a largo plazo, aquel pequeño puerto de Gibara arruinado y empobrecido, y sus zonas de cultivos de pequeños campesinos nietos e hijos de canarios soportó las andanadas de esos trust azucareros y devino refugio seguro para la nacionalidad cubana amenazada de disolverse en la cultura anglosajona. De cierta forma era una victoria de Francisco de Zayas.
BIBLIOGRAFIA


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Abreu Cardet, José y Sintes Gómez, Elia; Apuntes biográficos de Francisco de Zayas (inéditos).
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Novoa Betancourt, José y Gálvez Camacho, Gisela; La conspiración antiesclavista en 1812.Ediciones Holguín, 1993.