Por César Hidalgo Torres.
En toda la historia espacial se registra un solo ser viviente que haya muerto porque le cayó encima un pedazo de una nave: esa fue una vaca holguinera.
30 de noviembre de 1960: Estados Unidos en su frenética carrera por alcanzar a la Unión Soviética en la conquista del espacio, lanzó rumbo al cosmos un enorme cohete con la misión de poner en la órbita circunsterrestre dos satélites artificiales. El gigantesco aparato despegó de la plataforma de lanzamiento de Cabo Cañaveral, (Centro Espacial Kennedy) en la Florida. Pocos minutos después unos campesinos que en Holguín trabajaban la tierra y que no sabían ni jota del lanzamiento, escucharon, dijeron, “un extraño silbido, como el que emiten los aviones supersónicos, y después varias explosiones”. Segundos después, pesados fragmentos de metal cayeron en una ancha franja del territorio que forma parte de la jurisdicción de esta municipalidad. Víctimas solo hubo una: una vaca a la que un pedazo del cohete le destruyó el cráneo.
Entre las piezas retorcidas que las autoridades lograron recopilar se encuentran dos esferas metálicas de 50 libras de peso cada una. Había, igualmente, múltiples pedazos de motor, turbinas, bujías y otros restos varios. De ellos, muchos fueron encontrados profundamente enterrados, lo que da idea de la fuerza y velocidad del impacto.
Los escuetos partes del Gobierno de los Estados Unidos dijeron que tras el lanzamiento los científicos perdieron el control del cohete por lo que sencillamente lo hicieron explotar sobre Cuba.
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