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12 de junio de 2009

Luis Yuseff: entre los silencios profundos y la levedad de su sonrisa.

Presentación y síntesis de la entrevista: César Hidalgo Torres cesar@adioangulo.icrt.cu
En las tardes, en el mejor café de la ciudad, desafiando los calores asfixiantes o los fríos breves del trópico, Luis Yuseff es rey de una corte de poetas que descansan. Kenia Leyva lo acompaña y generalmente es la primera en leerlo. Ella me dio las claves:
“Yuseff es un arpa, donde cada cuerda representa amores, desamores, anhelos, amigos prohibidos, lejanos, queridos, la familia y su memoria, cada uno provocando una música única y clara, una música capaz de encantar y ser nueva cada vez que nos acerquemos. Luis Yuseff no nos invita a golpear las ventanas, sino a que nos acerquemos con sutileza. Única opción posible para entrar en su mundo, donde el poeta se deleita escuchando las más bellas canciones, acompañado de sus fantasmas favoritos, aquellos que le permiten “darle alegría a su corazón”, para contarnos, cantarnos, su historia, su tiempo sobre la piel del amante que aunque no es “bíblicamente bueno”, es necesario y verdadero”.
En la contreacubierta de su libro: “Salón del última espera” el Premio Nacional de Literatura Antón Arrufat escribió: “(…) retoma Luis Yuseff el uso de la máscara: el poeta y el poema que escribe avanzan hacia nosotros enmascarados, en el sentido cartesiano: avanzan convertidos en otra persona, no en el Luis Yuseff con carné de identidad y dirección postal, el que contesta al teléfono y firma documentos, sino en el poeta que el autor se ha inventado, en la máscara escogida para presentarse”.
Diligente y puntual como los músicos cuando a promocionar su nuevo canto son convocados, así llegó Yuseff a una de esas tardes de conversación en uno de los estudios de esta emisora, nervioso como los adolescentes cuando vienen a traernos su teléfono para que el posible amor los llame después de las 10.
Eugenio Marrón: ¿Qué es para ti el oficio de la poesía?
Luis Yuseff: El oficio de la poesía no es una necesidad de escribir todos los días. Es para mi la necesidad de llevar al papel lo que en un momento determinado se vuelve una idea obsesiva, una idea que te posee y que es necesario llevarla a otros códigos, a otros códigos prácticamente inasibles, inefables. Es una búsqueda, quizá, de otro estado, de un estado superior al que habitualmente estamos acostumbrados a permanecer, es una exaltación, una traslación, una cierta dinámica en el acto de la creación, en el acto de hacer poesía. Pienso que esto puede ocurrir también en el acto de hacer pintura, la gran música… Pero es un estado de exaltación que no te puede dejar en el mismo sitio.
E.M: En muchos de poemas la pintura y la música son referencias cardinales, pienso en un hermoso texto tuyo dedicado a uno de los grandes cuadros de la pintura cubana, “La Siesta” de Collazo, pero también la presencia del vals, y ya hemos hablado del título “Vals de los cuerpos cortados”. ¿Te consideras un poeta que hace música y también un poeta que pinta?.
L.Y: Yo pienso que la poesía te da esa posibilidad de hacer las dos cosas simultáneamente, el verso canta por sí solo, eso es música. Y a la vez te dibuja, te deja en el aire una imagen, eso es la pintura; en tanto se acompañan uno a otro y hacen la poesía.
E.M: “Los silencios profundos”, tu más reciente libro, acaba de conquistar el premio Adelaida del Mármol 2008. ¿Lo consideras continuidad de estas maneras de tu obra o hay en él asomos a otros territorios?.
L.Y: Recuerdo a Walt Whitman que escribió un solo libro. Yo pienso que todo poeta, al final, lo que hace es escribir un solo libro a lo largo de toda la vida y es… debe ser un crecimiento ascendente porque si no te quedas a mitad de camino. Debe ser un crecimiento ascendente hacia la madurez, un tono que te identifique, que determine tu voz poética. Y este libro de algún modo se inserta, con los recursos que habitualmente he estado usando en otros libros, en la obra anterior y de igual modo se despega de otros temas. En él empiezo a explorar nuevas sensaciones, nuevas necesidades de expresión que en otros libros no lo había sencillamente abordado porque no tenía esa necesidad, pero ahora sí. Por tanto creo que hay nuevas voces que me están hablando y que necesitan ser llevadas al papel de otro modo.
E.M: ¿Si te preguntara por tu ascendencia, por tu linaje poético, qué nombres consideras que son tu familia en el orden de la poesía?
L.Y: Pienso siempre en la poesía cubana, siento un amor tremendo por la gran poesía cubana y te voy a decir tres nombres que, creo, sostienen el mapa lírico cubano: Gastón Baquero, Dulce María Loynaz y Eliseo Diego. Hay voces de otras partes del mundo como Jorge Luis Borges, que es una referencia obligada en mis lecturas, y así podría mencionarte otros tantos, Luis Cernuda, Jacques Prévert, Rimbaut, pero, quizás porque son criaturas de trópico es por lo que estoy más cerca de estos tres poetas cubanos.
Nota: El programa termina con la lectura que hace el poeta de “Idea equivocada de la felicidad” de su libro: “Los silencios profundos”.
Si desea descargar el audio con la entrevista al poeta haga clic en el siguiente enlace:
Sus textos no se pueden leer sin pensar en la poesía cubana, en la obra grande que le sale y en el lugar que él y su obra ocupan en el universo. Todavía no sé si lo digo como el Salieri de Milos Forman, dolida y extasiadamente, o si lo digo como quien se hace justicia a sí misma. A lo mejor ocurren ambas cosas (…) Salón de última espera permite que el lector se reconozca a medida que el texto reconoce al lector dentro de sí mismo y le ofrece la tentadora oportunidad de perderse bajo la fabulosa constelación de un puñado de símbolos —la rosa, el Devorador, el miedo al miedo— con poemas como estacas que no perdonan a nadie, y no le temen a la exactitud, ni a la inexactitud, ni al desparpajo, ni a la elegancia; poemas con la terrible belleza de El violín o con la mentida serenidad de Las voces que murmuran: “Virginia Woolf, también yo soy como el pez que salta sobre las rocas…” Belleza pura y dura es el resumen de estas páginas. Y no hay que hablar más cuando no se engaña, cuando lo que resta es el silencio compañero de la lectura asombrada, y la gratitud hacia el poeta. Gleyvis Coro Montanet (Poeta y narradora) Presentación del libro “Salón de última espera” (Casa Editora Abril, 2007)

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